Lo de Lucena no tiene nombre. Dos años después de la inauguración de su flamante plaza, todavía no he tenido el gusto de ver un encierro en condiciones, salvando el que Clotilde Calvo mandara allá por el mes de mayo en el festejo de las Fiestas Aracelitanas de la presente temporada. Los "torillos" se están imponiendo en Los Donceles, lo mismo que en muchas plazas de nuestra querida Andalucía, "torillos" de un picotazo en el tercio de varas, de dos pares de banderillas y de una docena de pases si los peones no se pasan con los capotazos, que de todo hemos visto.
Espero y deseo que la sociedad propietaria estudie detenidamente este aspecto de cara a un futuro inmediato y sea algo más exigente con la empresa (se rumorea que Taurotoro no seguirá el próximo año); que el equipo veterinario cumpla su cometido y sea más escrupuloso en los reconocimientos (lo del tercero del pasado lunes no tiene perdón de Dios); y ya que estamos pidiendo, que el Presidente, con todos mis respetos, se empape un poquito de ésto, porque vaya líos que monta el hombre en cada aparición...
Mucho me temo que he pedido demasiadas cosas. Por pedir que no quede. Pero con los precios que se han establecido en Lucena y por la categoría que sus propietarios "pretenden" dar a la plaza, creo que como aficionado estoy en mi derecho. No voy a entrar en la composición de los carteles (del intercambio de cromos ya hice en su día un comentario por el que me he ganado unos cuantos tirones de orejas), pero sí en que al menos, los animales que salten al ruedo, sean toros, tanto en hechuras y presencia como en kilos y defensas, y no los novillotes que estamos acostumbrados a ver, para colmo inválidos y con una cuarta menos de pitón. Toda una vergüenza a la que álguien tiene que poner freno.
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