Ganado: cinco toros de Jandilla y uno de Vegahermosa (misma casa ganadera) lidiado en cuarto lugar, de aceptable presentación y juego desigual.
Morante de la Puebla: estocada y tres descabellos (silencio); pinchazo, estocada y descabello (silencio); pinchazo hondo, media estocada y dos descabellos (vuelta tras aviso)
Juan Ortega: estocada muy caída (saludos desde el tercio); dos pinchazos y estocada (silencio); y media estocada y estocada (silencio)
Plaza: Los Califas (Córdoba) El aforo permitido por las medidas sanitarias se cubrió en su totalidad
Cumpliendo un dicho muy taurino, la tarde del pasado lunes en Los Califas, de gran expectación desde su anuncio, se convirtió en una soberana decepción para los poco menos de 3.000 afortunados que tuvieron la ocasión de presenciar en directo el tan soñado mano a mano entre Morante y Juan Ortega, el cara a cara entre maestro y alumno aventajado que había situado a Córdoba nuevamente en el planeta toro después de no pocos años de ostracismo.
Y nuevamente, recurriendo al dicho, Dios dispone, el hombre propone y llega el toro y descompone, que a la postre, salvo el enclasado quinto, fue lo que le ocurrió ayer a los ejemplares de Jandilla-Vegahermosa, tres de ellos soberanamente pitados en el arrastre y sin posibilidad alguna.
Abría Morante la tarde ante un Jandilla 'protestón' en la primera fase de la faena de muleta y al que consiguió sacar pases sueltos por el pitón derecho y varios adornos, pero sin que en ningún momento la faena llegara a tomar vuelo, ya que el animal se vino abajo a las primeras de cambio.
En su segundo, tras un trasteo con la izquierda en el que crujió la plaza, el cambio al pitón derecho hizo que lo que se aventuraba como una gran obra fuera perdiendo paulatinamente fuelle, hasta que volvió al pitón derecho, por el que enjaretó tres soberbios naturales, perdiendo con la espada lo que podría haber sido una más que merecida oreja.
Y a la tercera fue la vencida... En el quinto de la tarde, tercero del lote del maestro de La Puebla del Río y sin lugar a dudas el mejor del encierro, en el que ya dejó cuatro chicuelinas sin mover las zapatillas tras el buen puyazo de Aurelio Cruz, vino el toreo caro, el temple, la ligazón cosiendo al "jandilla" a la muleta, manejada con excelsa suavidad y rubricando las tandas con largos pases de pecho. Menos rotundo cuando cambió al pitón izquierdo, Morante se gustó completando la faena con unas ajustadas manoletinas y unos airosos ayudados como preámbulo a un nuevo fallo con la espada con la que volvía a perder en este caso los máximos trofeos. Tal fue el calado de la faena en los tendidos que el público le tributó una sonora ovación cuando recogía la montera del albero, obligándolo a dar una apoteósica vuelta al ruedo.
La espada privó a Morante de un gran triunfo y con ella tampoco estuvo muy fino Juan Ortega, que pese a la responsabilidad de la tarde, la afrontó con mucha soltura y naturalidad. Y eso que en su primer toro, Morante entró en su turno de quites y montó un lío gordo ante el que Ortega no se amilanó replicando al maestro como pocos pueden hacerlo, para luego con la muleta dejar varias tandas con la derecha de trazo largo y acompasado, adornos muy toreros y naturales a cámara lenta que hicieron hervir a los tendidos. La fea estocada muy caída privó a Ortega de una oreja de ley ante el ejemplar de su lote más potable, porque lo que vino luego, era lo que nadie deseaba.
Y es que en una tarde de campanillas como la del lunes y con tres toros en su haber, la suerte, tan necesaria en este mundillo, no la tuvo de cara del sevillano en el sorteo matinal en el que le correspondieron los dos auténticos garbanzos negros del encierro.
Toro con un peligro sordo el cuarto de la tarde que en los primeros compases de la lidia ya avisó y que protagonizó dos coladas espectaculares cuando Ortega lo intentaba torear por la derecha. Y más de lo mismo en el que cerraba plaza, que se desentendió por completo de los engaños y al que el joven matador, tras un esperanzador trasteo genuflexo, no pudo enjaretar una tanda completa ante la desparovida huida de su antagonista, que haciendo bueno el dicho, amargó como varios de sus hermanos el desenlace del esperado regreso de los festejos taurinos a Los Califas.
Fotos: Joaquín Arjona