Ganado: cuatro novillos de Pallarés y dos de J. Benítez
Cubero (segundo y quinto), misma casa ganadera, bien presentados en líneas
generales, destacando por su juego los lidiados en primer y sexto lugar. El
resto, se fueron apagando hasta llegar casi parados al tramo final de las
faenas.
Fermín Bohórquez: rejonazo de muerte fulminante (dos
orejas); y rejón (dos orejas).
Manuel Manzanares: pinchazo, rejón caído y un descabello
(una oreja), y tres pinchazos y un bajonazo (una oreja).
Manuel Moreno: rejón (dos orejas), y rejonazo (dos orejas).
Plaza: Los Donceles (Lucena). Un cuarto de entrada en tarde
primaveral.
Juventud, ¡divino tesoro!. Viendo la salida a hombros de los
tres rejoneadores que tomaron parte en el triunfal festejo celebrado ayer en
Lucena con motivo de las fiestas aracelitanas, y sin haber visto antes lo
sucedido en el interior del recinto, esa podría ser la frase que resumiera lo acaecido en el
albero minutos antes, ante el porte y la expresión de unos y otros.
Y es que en esto del caballo, como suele ocurrir en los de a
pie, la experiencia es un grado, pero el soplo de aire fresco de los jóvenes y
sus ansias de triunfo son el cóctel ideal para no dejarse ganar la batalla ni
una sola tarde. Algo que, a fin de cuentas, se agradece por parte del espectador aún,
por desgracia, no acostumbrado a distinguir un toro de un novillo, como fue el
caso, ya que la inclusión de Moreno en el cartel obligaba a la lidia de animales
con menos cuatro años, al no haber tomado aún la alternativa, estando permitido
que sus compañeros de cartel, pese a ya contar con ésta, lidien novillos. Algo
imposible en los de a pie, pero muy frecuente en los festejos del “bello arte
del rejoneo” como reza la cartelería al uso.
Así y entrando en lo que fue el desarrollo de la tarde, la
experiencia la volvió a poner Fermín Bohórquez, que como ya suele ser habitual
con una tranquilidad a prueba de bombas, sin aspavientos a los tendidos y con
una elegante-sobriedad, como diría el castizo, realizó dos faenas de similar
corte, arriesgando más en la primera, donde clavó dos buenos pares a dos manos,
toda una especialidad de la casa, aprovechando el viaje de uno de los mejores
toros de la tarde. En
su segundo, que hacía cuarto, el caballero jerezano tuvo que hacerlo todo ya
que a partir de la tercera banderilla el animal dijo basta, y redujo su radio
de movimientos a unos cuantos metros, lo que no fue óbice para que Bohórquez,
tirando de experiencia, levantara a los tendidos con las cortas y un certero
rejón de muerte que volvió a poner dos nuevas orejas en sus manos.
Un puntito más de experiencia fue lo que le faltó a Manuel
Manzanares en sus dos toros, ya que por momentos, al menor de esta saga torera
le hizo falta algo más de tranquilidad para rubricar dos grandes actuaciones,
como ocurrió en el segundo de la tarde, al que paró muy bien de salida,
clavando un ajustadísimo rejón de castigo por los adentros como preámbulo del
espectacular tercio de banderillas que vino a continuación, con más limpieza
las primeras, aprovechando el fuelle del toro, que poco a poco se vino abajo
para desesperación de Manzanares, que perdió con el rejón de muerte los máximos
trofeos. En su segundo, actuación nuevamente cargada de momentos destacados,
sobre todo en las piruetas que realizaba con las cabalgaduras tras clavar en
banderillas, emborronando nuevamente su actuación con la suerte suprema en la
que no estuvo muy acertado.
Y como queda dicho, frente a la experiencia que atesora uno
de los rejoneadores más veteranos del escalafón como es el caso de Bohórquez,
la juventud de uno de los más jóvenes y que, por lo visto ayer en Lucena, dará
que hablar, por su desparpajo y concepción del toreo a caballo, muy al modo de
su maestro, Diego Ventura, que todo nervio, no paró ni un segundo en el callejón
del coso lucentino asesorando en todo momento a Manuel Moreno, que destacó
montando a Wellington en su primero, en una faena que fue de menos a más y
arrancó en el tramo final, con Navegador, un caballo que se colocaba a escasos
centímetros del toro, casi sin inmutarse, a cuyos lomos Moreno dejó unas buenas
cortas y un certero rejón con el que las dos orejas fueron a su esportón. En el
que cerraba plaza, similares argumentos y nuevamente el último caballo, en este
caso Galán, fue el que terminó de llevarse el gato al agua, con unas ajustadísimas
banderillas cortas y un efectivo rejonazo de muerte, que nuevamente colocó en
las manos del joven rejoneador de sangre pontanesa dos nuevas orejas.
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