FICHA DEL FESTEJO:
Ganado: dos novillos para rejones de Hermanos Segura,
escurridos de kilos y justitos de fuerzas; y cuatro toros de Sancho Dávila,
bien presentados, con las fuerzas justas –el segundo se mantenía en pie de
milagro- pero muy nobles, destacando el lidiado en tercer lugar, de nombre “Cantarero”,
que fue premiado con una vuelta al ruedo, siendo también aplaudidos en el
arrastre el quinto (el de mayor volumen del encierro) y el sexto.
Álvaro Montes: dos pinchazos echándose el novillo (ovación);
rejonazo (dos orejas)
Manuel Díaz “El Cordobés”: estocada (dos orejas); y tres
pinchazos y estocada (una oreja).
Javier González: estocada (dos orejas y rabo); y estoconazo
(dos orejas y rabo).
Cuadrillas: Destacó con “El Ruso” en un buen par al tercero
de la tarde.Tras finalizar el festejo se cortó la coleta uno de los subalternos de la cuadrilla de Javier González.
Plaza: Portátil de Alcalá la Real. Tres cuartos de
entrada en tarde entoldada y con calor.
Alcalá la Real tiene un torero que está pidiendo a gritos
una oportunidad para darse a conocer en plazas de mayor proyección. Bueno, en
realidad la localidad de La Mota cuenta con dos prometedores espadas, ya que no
podemos pasar por alto el bagaje de El Sombrero. Aunque a tenor de lo ocurrido
ayer en el efímero coso instalado junto al recinto de la feria alcalaína, el
protagonista indiscutible de estas líneas es Javier González.
El que suscribe, que ha tenido la suerte de seguir al rubio
matador desde aquella tarde de septiembre de 1994 en la que debutaba ante el público
en Almedinilla, vivió ayer uno de esos momentos por los que la profesión de
torero, pese a sus muchos sinsabores, cautiva de tal manera a todos los que se
visten de luces. Porque después de muchos años en los que Javier ha tenido que
enfrentarse a auténticas alimañas –baste recordar sus dos últimas actuaciones
en Alcalá la Real- ayer la tocó en suerte uno de esos toros con los que un
torero se crece y puede mostrar al público, a su público en este caso, ese arte
que atesora.
He de reconocer que, como he dicho, he seguido a Javier González
desde aquella primera tarde de Almedinilla, por lo que ayer me llamó mucho la atención
la tranquilidad con la que afrontó la faena a su primero. Y eso que empezó, ahí
es nada, recibiéndolo a portagayola… Pero desde los primeros lances con el
capote ya se atisbaba que este Cantarero, herrado con el número 15 y
perteneciente al hierro de Sancho Dávila, iba a ser un gran toro, sobre todo
por el pitón izquierdo, por el que Javier González construyó una faena maciza,
contundente y hasta cierto punto reivindicativa. Lejos de su toreo eléctrico y
de cercanías de su etapa novilleril, el de Alcalá se relajó y trazó con la
zurda varias tandas de mano baja, hombros caídos y mentón clavado en el pecho de
muchos kilates. Concentración máxima que hizo que el torero se olvidara por
momentos de que el público estaba presenciando su obra y siguiera a lo suyo con
más temple y ligazón si cabe, rematando con unos ajustadísimos estatuarios y
una estocada con la que
Javier volvía a la realidad. Máximos
trofeos, más que merecidos, como también la vuelta al ruedo para un gran toro,
un poquito pronto pero noble y colaborador pese a estar, como el resto del
encierro, justito de fuerza.
Y para redondear la tarde y mientras aún saboreábamos
algunos de los pasajes de su primer toro, Javier González quiso completar su
actuación ante sus paisanos con el sexto, nuevamente con un gran toreo con la
izquierda dejando ver también con la diestra algunas tandas ciertamente
estimables. Estoconazo marcando perfectamente los tiempos y nuevamente los máximos
trofeos para su esportón convirtiéndose en el gran triunfador de la tarde y un
nombre a tener muy en cuenta en un futuro inmediato.
Tal vez, la inclusión de jóvenes como González, con ambición
y sobre todo con cualidades, como ayer quedó nuevamente corroborado, puede ser
una fórmula para “salvar” el oasis que atraviesa la Fiesta, con carteles que se
repiten tanto en plazas de primera como el cosos portátiles, impidiendo que
toreros como el de Alcalá puedan abrirse paso en este cada vez más complicado
mundillo.
Precisamente, uno de los integrantes del cartel de ayer
pertenece a ese “clan” privilegiado, aunque en el caso de Manuel Díaz, o mucho
cambian las cosas o pronto el rubio torero deberá dedicarse a otros menesteres.
En su favor, cabe apuntar que nada pudo hacer El Cordobés
ante su inválido primero, al que la presidencia, incomprensiblemente y tras una
faena de auténtico enfermero para evitar que el animal diera de bruces en el
suelo una vez tras otra, concedía dos orejas. Pero en el segundo de su lote,
quinto de lidia ordinaria, la cosa fue otra, ya que el toro, el mejor
presentado del encierro y con algo más de carbón que sus hermanos, apretó lo
suyo y Díaz tuvo que aliviarse en varios pasajes, abusando del pico de la muleta. Aún así, en
los primeros pasajes, pudimos ver varias tandas con la derecha de buen trazo
aunque sin forzar en exceso al toro, que fue aplaudido en el arrastre y al que
de, haber estado más acertado con la espada, también hubiera desorejado.
Completaba el cartel el rejoneador Álvaro Montes, que sustituía
al anunciado Joao Moura Hijo, y que ante el novillito que abría plaza se mostró
algo frío y no muy acertado a la hora de clavar, como se puso de manifiesto en
el rejón de muerte, con una pasada en falto y dos pinchazos que bastaron para
que ejemplar de Hermanos Segura se echara y fuera apuntillado. Más centrado en
su segundo, Montes clavó varias banderillas al estribo con más efectividad en
los previos que en la ejecución, mostrándose más certero en esta ocasión con el
rejón de muerte, lo que fue suficiente para, tal y como transcurría la tarde, poner
en sus manos dos orejas y salir a hombros junto al resto de sus compañeros en
este regreso de los toros a Alcalá la Real en una triunfal tarde en la que,
queda dicho, Javier González se reivindicó como un nombre muy a tener en cuenta.
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