Ganado: Tres toros de Jódar y Ruchena (primero, segundo y cuarto), uno de ellos para rejones, de aceptable presentación pero de escaso juego, y dos de Antonio Rubio Macandro (tercero y quinto), también bien presentados y nobles, de manea especial el lidiado en quinto lugar, herrado con el número 98 y de nombre Fucsia, premiado con una vuelta al ruedo.
Javier Valdenebro: dos pinchazos y bajonazo (una oreja).
Javier González: estocada caída (dos orejas); y un pinchazo, menos de media estocada y ocho descabellos (ovación tras un aviso).
Manuel Ocaña "El Sombrerero": media estocada tendida (dos orejas); y media estocada (dos orejas y rabo).
Plaza: Alcalá la Real (Jaén). Tres cuartos en tarde de temperatura agradable. El festejo se inició con quince minutos de retraso con respecto al horario anunciado en la cartelería.
En Alcalá la Real hay afición a los toros como se comprueba año tras año en los festejos que se organizan en la localidad de La Mota. No importa mucho el cartel, aunque este año había un aliciente añadido como era la presentación ante sus paisanos del nuevo matador alcalaíno Manuel Ocaña “El Sombrerero”, tras su doctorado el pasado verano en Atarfe.
Tras despuntar como novillero con caballos, El Sombrero pasó su particular desierto durante varios años y ahora se le ve muy maduro, con las ideas muy claras y con un concepto del toreo que con poco que le acompañe la suerte, puede dar sus frutos. En esto último tendrá mucho que ver Luis de Pauloba, su apoderado, que tendrá que moverse en despacho de cierta altura para que Manuel se vea anunciado en plazas donde pueda demostrar el arte que atesora.
Porque eso fue precisamente lo que ayer tuvimos la ocasión de ver en Alcalá. Un torero que rezuma arte, con pellizco, que dice cosas hasta en el tiempo que se toma entre tanda y tanda, que pese a su falta de oficio conoce los terrenos y yo diría por lo visto ayer, que hasta los domina, como ocurrió en su segundo, al que sin dudarlo, lo citó en el trasteo en pleno centro y allí comenzó a montar una faena de muchos quilates, sobre todo toreando con una poderosa mano derecha que ojalá mantenga durante muchos años. Tuvo también surte El Sombrero con el lote, porque los dos toros de Macandro fueron los mejores, con diferencia, tanto en presentación como en juego, destacando de manera especial el que cerraba plaza, herrado con el número 98 y de nombre Fucsia, noblote, que ya humilló en los lances de recibo y que recibió una más que merecida vuelta al ruedo concedida por la presidenta del fetesjo, la Alcaldesa alcalaína Elena Víboras, ante la insistente petición del público.
Toro en el que Manuel Ocaña estuvo muy bien con el capote, recibiéndolo con una larga cambiada y luego galleando por ajustadas chicuelitas para llevarlo al caballos, mientras que con la muleta, queda dicho, ofreció todo un recital con la derecha, ya que por el pitón contrario, aunque lo intentó, el toro dijo que nones a las primeras de cambio.
En su primero, tercero de la tarde, en una faena de más a menos, ya ofreció El Sombrero fogonazos del toreo que atesora aunque sin la contundencia que luego derrochó en el comentado quinto.
Buen sabor de boca el que dejó por tanto Manuel Ocaña en este particular mano a mano con su paisano Javier González, que desde su alternativa en 2007 no se prodiga en exceso, algo que ayer no se le notó en exceso, sobre todo por el concepto que el rubio torero atesora, por momentos un tanto acelerado, lo que hace que en conjunto a su actuación le falta un punto para romper. Aún así, en el primero de su lote, González instrumentó varias tandas con la derecha de cierta enjundia, atosigando al animal cuanto tomó la muleta con la zurda, lo que hizo que cortara por lo sano y tomara la espada. Dos orejas un tanto generosas al esportón y a esperar al segundo de su lote, toro grandote ante el que Javier lo intentó todo en un continuo quiero y no puedo, que tuvo su particular epílogo en un sainete con el descabello.
Completaba el cartel el rejoneador sevillano Javier Valdenebro, que brilló en el primer tercio, parando con mucho temple las acometidas del ejemplar de su ganadería, ¡que se fue desinflando a medida que transcurría la lidia, clavando Valdenebro siempre al estribo y sin muchas apreturas y fallando en exceso con el rejón de muerte, en el que sudó la gota gorda para clavar el bajonazo con el que finiquitó a su oponente.
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