Junto al coloquio organizado por la Federación Provincial Taurina, en el que se analizó de manera intensa la pasada Feria de Córdoba, Diario CÓRDOBA publica hoy dos interesantes artículos de opinón sobre el particular, firmados por dos grandes conocedores de lo que se cuece en la Córdoba Taurina.
LA CRISIS Y ALGO MÁS
(Por José Antonio Soriano -exdirector general de Espectáculos de la Junta de Andalucía)
Esta prolongada crisis está arrasando todos los sectores económicos y si el comercio, el turismo o el cine se están resintiendo gravemente, los toros no van a ser una excepción, y lo estamos viendo en todas las grandes ferias. Desde el 2007 al 2011 se han perdido casi la mitad de festejos taurinos en España. ¿Alguien recuerda tanto cemento en la Maestranza como hemos visto en la pasada Feria de Abril?.
Pero no nos engañemos, la fiesta de los toros en España, en Andalucía y en Córdoba tiene un futuro incierto no solo por culpa de la crisis. Al margen de Cataluña y de los antitaurinos son muchos y variados los problemas que atenazan el futuro de la tauromaquia: la devaluación del propio espectáculo, la ausencia de emoción, la decadencia del toro bravo, la falta de toreros profundos y como consecuencia de todo lo anterior, la huida de los aficionados y la ausencia de relevo generacional. Para colmo, el espectáculo es caro, demasiado caro, soportando además un IVA indecente. A todo ello se une una mayor sensibilidad social contraria a los toros (el 60 % de los españoles se declaran ya en contra), el desinterés de los gobiernos y el veto de las televisiones.
Este sombrío panorama general se agrava en Córdoba, una ciudad con mucha historia taurina pero con escasa afición, abonada desde hace años al "quiero y no puedo", taurinamente hablando, con una plaza de excesivo aforo cuya titularidad privada genera lastres, al margen de contradicciones difíciles de superar. La principal, una primera categoría administrativa del coso califal irreal que nos convierte en irrelevantes y generadora de continuas frustraciones año tras año, con crisis y sin ella.
Hace siete años, en el proceso de elaboración del vigente Reglamento Taurino de Andalucía, conociendo el problema y sus consecuencias, se me ocurrió someter a debate bajar la categoría de la plaza y afloró una vez más la eterna contradicción, no exenta de cierta demagogia por parte de algunos taurinos y no taurinos. ¿De qué nos sirve la primera categoría?. Almería, Granada o Albacete son de segunda y les va mucho mejor que a nosotros. La pasada feria taurina ha sido ciertamente pobre en resultados y en público, pero es la tónica general y no debemos flagelarnos en exceso porque si hubiéramos disfrutado de una o dos memorables faenas, como en 2011, quizá viéramos el vaso algo más lleno.
Pienso, no obstante, que la fiesta brava debe tener futuro, aquí y fuera de aquí, pero debe adaptarse a los nuevos tiempos sin perder su esencia. Menos festejos pero más selectos, toreros más entregados y toros de verdad, empresarios competentes, menos contradicciones internas y acabar con posturas individualistas e insolidarias. Si hay emoción y espectáculo, habrá fiesta. En Córdoba, también.
UN DECLINAR QUE VIENE DE ANTES Y DE LEJOS
(Por Rafael Mir Jordano -Abogado y escritor-)
Antes de dar mi respuesta, he de aclarar cómo entiendo la pregunta. O la pasada Feria confirma un declinar que viene de antes y de lejos, o lo provoca o pronuncia por su propias organización y desarrollo. Incluso es posible que se aúnen o sumen las dos hipótesis.
Para mí hay un innegable declinar de afición a las corridas de toros bravos. Para empezar ya no hay casi nadie que sufre adicción; la calentura que aparece en casos extremos de afición. Cada vez hay menos locos de atar en esta fiesta, dentro y fuera del ruedo.
¿Causas? Muchísimas, de desigual entidad:
1)Lo que era un acto social señorial por arriba y muy popular por abajo, empieza a ser considerado como prescindible para señores y vasallos, y para algunos apóstoles de lo elevado, como un rito cruel, evitable y poco europeo.
2)Las masas se han urbanizado --en el sentido de urbe, no de urbanidad-- y hay que coger de la oreja a muchos que se dicen taurinos, para llevarlos al campo.
3)La televisión que tanto ha degradado la asistencia a los cines terminará --dada la perfección de sus retransmisiones-- llevando mucha gente desde las gradas al sillón, aunque por otra parte, enseñe los meollos de la fiesta a muchos ignorantes.
4)Hace años había muy pocos espectáculos públicos en las ciudades: las procesiones y desfiles, los partidos de fútbol, los sermones de las siete palabras, los juegos florales... Los toros eran el no va más. La pasión por el torero preferido superaba a la sentida hacia el jefe político, aunque la caída de uno y otro eran muy iguales de ruidosas, batacazos populares.
5)No, no creo que sea decisiva la presencia de las mujeres en las plazas; primero porque siempre las hubo: de alta alcurnia y de sexo inquieto. Es verdad que a los antiguos nos disuenan esos gritos femeninos que desde los tendidos elogian el culo de un torero, delgadito como todos, o la guapura del que anuncia relojes en la tele.
6)Para mí lo decisivo para el declinar de la fiesta es que día a día va perdiendo interés, en una carrera sin retorno, porque toreros y ganaderos han inventado el toro artista, convertido las más de las veces en el toro tonto. O sea, se ha perdido la evidencia del peligro, la lucha, la emoción, aunque las cogidas sigan siendo posibles. El último toro de Juan Pedro Domecq lidiado en Madrid, sin castigo de puyas, se echó --no cayó--, se echó dos veces aburrido en la faena de muleta.
7)Si el toro se aburre, ¿no nos vamos a aburrir los aficionados?
8)El aburrimiento de los aficionados cordobeses es un poco mayor después de la Feria... Y bajando sin cesar se llega al sótano.
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