sábado, 26 de marzo de 2016
UNA TARDE DE SÁBADO SANTO CON POCA HISTORIA
FICHA DEL FESTEJO
Ganado: seis toros de José Luis Marca, el cuarto lidiado como sobrero, de aceptable presentación –a excepción del sobrero, terciado, basto de hechuras y con una más que presunta manipulación en los pitones. En cuanto al juego, todos vacíos por completo de casta y bravura, a excepción del segundo, con mucha fijeza en las embestidas.
Francisco Rivera 'Paquirri': pinchazo y estocada (silencio); y estocada y un descabello (una oreja).
David Fandila 'El Fandi': estocada caída (dos orejas); y estocada caída (dos orejas).
Julio Benítez 'El Cordobés': estocada casi entera (una oreja); y pinchazo y estocada (silencio tras aviso).
Plaza: Cabra. Casi tres cuartos de entrada en tarde de temperatura agradable.
La Fiesta atraviesa un momento delicado, lo que no justifica la aplicación de aquello del "todo vale" para salvar la situación. Demostrado está que los llamados carteles mediáticos siguen contando con un público fiel; que las plazas de tercera categoría, aunque cuenten con casi ciento setenta años de historia, siguen siendo plazas de tercera --con todos los respetos del mundo--; que en ésto del toro un apellido sigue valiendo su peso en oro; y lo fundamental, que el que paga manda y, a fin de cuentas, es el público el que sustenta todo este entramado.
La crónica del tradicional festejo del Sábado Santo celebrado ayer en Cabra podría resumirse con estas máximas. Cartel de toreros con tirón en taquilla, como demostraron los casi tres cuartos de entrada, dos de ellos con apellidos que imponen respeto al hablar de sus progenitores; un público con ganas de fiesta más pendiente del clarinero y sus "floreados" cambios de tercio que de lo que estaba sucediendo en el ruedo, y un recinto cuyo callejón, por una notoria falta de mantenimiento, deja mucho que desear, como se puso de manifiesto en los destrozos que causaron en las tablas dos de los toros lidiados ayer. Pero la gota que colmó el vaso fue la del sobrero que sustituía al inválido cuarto, porque curiosamente el mismo público que pedía a voz en grito la sustitución del toro una vez picado (es un decir, porque el tercio de varas en su conjunto menos en el primero fue un simulacro), no dijo ni pío cuando saltó al ruedo Pistacho, primer sobrero del festejo y curiosamente el de mayor peso del mismo (520 kilos indicaba la tablilla), lo que evidenciaba aún más la presunta manipulación de pitones a la que había sido sometido, como incluso podía verse en el interior de las palas de los ¿pitones?. Si saltó al ruedo es lógico que fue aprobado y mucho me temo que no se pedirá el análisis post morten de este animal, ni la cosa quedará en anécdota, desgracidamente. Así nos va.
Con estas mimbres, queda claro que el desarrollo de la lidia no pasará a la historia de la tauromaquia, con faenas, la mayoría de ellas anodinas, a excepción de varios pases sueltos de Francisco Rivera a su segundo, en el que intentó justificarse de lo que había sido su actuación en el que abría plaza, al que no quiso ni ver, dejando que su picador le propinara un prolongado puyazo que terminó con las pocas fuerzas del animal.
Al margen de los cuatro trofeos --queda dicho que el público es soberano en sus peticiones--, David Fandila volvió a demostrar que domina el capote y las banderillas como pocos, aunque con la muleta la cosa cambia de manera considerable, como se pudo comprobar en el primero de su lote, un toro con mucha fijeza y tranco en la embestida, al que Fandila realizó una faena marca de la casa, que casi calcó en el quinto, al que también cortó las dos orejas.
Completaba la terna un Julio Benítez falto de sitio en sus dos toros, tanto en el capote como en la muleta, mostrando excesivas precauciones en el manejo de los engaños, pese a lo cual el público, siempre soberano y tal vez por aquello del apellido --se le llegó a pedir el salto de la rana--, jaleó sus faenas solicitando incluso la oreja en su primero, que finalmente le fue concedida por una benévola presidencia que tuvo que asumir la decisión del respetable.
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