¡Mira que tenía ganas de ir ayer a La Carlota, para acompañar a Juanito en su gran día!!!!, pero no pudo ser. Una pequeña intervención quirúrgica me tiene con unos dolores que veo las estrellas y me fue imposible asistir a esta memorable jornada. Afortunadamente, nuestro querido Ladislao Rodríguez, que no se pierde un sarao, ha recogido todos los detalles de tan importante jornada para el bueno de Juanito Plata. Os dejo las fotos y el texto que Ladis me ha enviado sobre tan "mágico" día, en el que para Juan Plata un sueño, el de ser torero y actuar ante su gente, se cumplió y con creces... ¡¡Enhorabuena!!,. maestro
Debo reconocer que, lo mismo que el querido compañero Juan Plata, yo también ansiaba que llegara el señalado día 28 de octubre para la "encerrona", pues junto al bueno de Juan he vivido intensamente su preparación y he compartido su ilusión y sus nervios esperando que todo saliera bien. Hemos hablado del tema mil veces y hemos atado cabos, repasando una y otra vez todos los detalles para que la jornada fuera inolvidable.
Y vaya si lo ha sido. Menuda tarde de toros.
El día amaneció con un sol radiante ( un poco de viento, eso si, pero que no molestó al torero) y con un público entregado que desbordó todas las previsiones. Mucha gente, mucha, y todos esperando a que comenzara la fiesta. El coso de los Jardines del Pilar estaba abarrotado de amigos, aficionados y conocidos de Plata, venidos de toda la comarca para arropar al torero, que se sentía feliz saludando a todo el mundo.
A eso de las tres y media, el arroz, preparado en paellera gigante para unas mil personas, ya estaba listo para ser degustado. Y comenzó el reparto. Cola interminable, pero ágil, ocupaba toda la parte alta del tendido. Quien lo deseó ( la mayoría ) repitió porque el arroz cordobés salió exquisito.
Y mientras, en la mejor suite del hotel El Pilar, Juan Antonio García "El Califa", cumplía con el rito de vestir a Juan. Reporteros de la zona apostados a la puerta esperaban la salida del diestro que minutos antes recibió la visita animadora de los tres matadores de toros asistentes a la fiesta campera: Manuel Rodríguez Requena, Fernando Sacromonte y Rafael González "Chiquilín".
Ya vestido de corto (con un terno confeccionado por su hermana) apareció Plata en el hall del hotel. Abrazos, vítores y saludos precedieron a su subida a una carroza como hacían los toreros antiguos. Y para la plaza.
Sonaba el pasodoble Manolete cuando la puerta de cuadrillas se abrió y una ovación atronadora recibió al bueno de Juan. Estaba en su plaza y ante su gente. Compromiso muy gordo, sí señor. Es obligado a salir a saludar a los medios y suena el clarín.
Salió el becerro (de Doblas Alcalá) y Juan Manuel Fernández lo llama al burladero de recibo. El animal, extraordinario, embiste humillando y Juan lo observa con atención. Sale al ruedo y le enjareta un ramillete de magníficas verónicas jaleadas por el público. Cierra con unas ajustadas chicuelinas y media con mucha enjundia. La plaza se viene abajo.
Veo que Juan está tranquilo, y eso me reconforta. Comparto burladero con su amigo Lázaro y ambos comentamos el regusto de los lances de recibo. La cosa se pone bien.
Brinda a su madre y al cielo (a la memoria de su padre) y comienza una faena que nunca se olvidará el torero-escritor, ni los que tuvimos la oportunidad de estar allí con él. El becerro era repetidor, humillaba y estaba dispuesto a aguantar todo el repertorio que Juan le instrumentaba. Pase tras pase, dándole pausa para recuperar, fraguó una faena muy completa. Series con ambas manos, sobre todo la izquierda, que arrancaron sonoros olés de los tendidos. Mucho sentimiento y mucho sabor tuvo el toreo de muleta de Juan. Que completo. Que buen torero. Por eso el tendido le coreó !Torero, torero! en varias fases de la faena, que fue jugosa y preñada de sentimiento, realizada a pies juntos, amanoletada, nos comentó un viejo aficionado. Y para remate la simulación, con la palma de la mano, de la suerte de matar. El becerro otra vez al corral y Juan a saborear la gloria. Vuelta al ruedo, interminable, entre flores que le arrojaban las señoras y prendas de los caballeros. Y a hombros por la puerta grande.
Entre los verdes jardines, camino del hotel, se dibujaba la silueta del torero saludando a su gente. Todo había salido bien y yo respiré tranquilo y también, porque no decirlo, feliz. Mi amigo y compañero había cumplido su sueño y eso me llena de orgullo. Gracias, Juan, por la tarde de toros que nos has dado. ¡ Viva la madre que te parió¡. Un fuerte abrazo.
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